Reseña Película: Theatre of Blood (1973)

Tïtulo original: Theatre of Blood
Año: 1973
Director: Douglas Hickox
Guión: Anthony Greville-Bell, sobre una idea de Stanley Mann y John Kohn
Con: Vincent Price, Diana Rigg, Ian Hendry, Harry Andrews, Coral Browne, Robert Coote, Jack Hawkins, Michael Hordern, Arthur Lowe, Robert Morley, Dennis Price, Milo O’Shea, Eric Sykes, Madeline Smith, Diana Dors, Joan Hickson.
Duración: 104 min.
Grado: 8/10
Reseña: Hugo C

187. Se va acercando el posteo 200 y ya tengo alguna cosita en mente, pero no pienso decir esta boca es mía hasta que lleguemos al susodicho posteo. Tengo una pila de reseñas a terminar, pero las iré mechando con algunas nuevas, como por ejemplo la que hoy nos ocupa. Pero antes permítanme mencionar que…

Esta reseña se publica bajo los auspicios del Cine Club Betino.

Ya van tres reseñas con este disclaimer, así que ya hay quien se pregunta si eso quiere decir que la película reseñada está en el canal del CCB para ver y/o descargar. ¿Será así? Los suscriptores del canal saben la respuesta, pero acá, que no es Telegram, les digo: ah, no sé, misterio. Nuff said! Y ahora sí, vamos a la película de hoy, Theatre of Blood (1973).

Pero antes, hablemos un poquito de Vincent Price (1911-1993), un actor que, si bien comenzó haciendo papeles más “normales” como Sir Walter Raleigh o el líder mormón Joseph Smith, fue encauzando su carrera hacia el género terrorífico y de fantasía, con protagónicos en las adaptaciones de los relatos de Poe en la legendaria Hammer, que por esos años también prohijó a otros iconos del terror como Christopher Lee (1922-2015) o Peter Cushing (1913-1994). Y no sólo participó en títulos como The Fly (1958), Diary of a Madman (1963) o The Last Man on Earth (1964), sino también en algún que otro simpático bodrio como Dr. Goldfoot and the Bikini Machine (1965) y su secuela Dr. Goldfoot and the Girl Bombs (1966).

Ya en la década del 70, Price protagonizó un puñado de películas de terror un poco menos convencionales, como The Abominable Dr. Phibes (1971), Madhouse (1974) o la película de hoy, tal vez la mejor de esa tanda. En ella, encarna a un actor shakespeareano en decadencia llamado Edward Lionheart, quien, harto de los desaires de los miembros del Círculo de Críticos, decide quitarse la vida y se tira por la ventana. Por supuesto que si la película terminara con esta autodefenestración, apenas hubiera durado unos 20 minutos.

Por lo tanto, tratemos de aparentar sorpresa cuando nos enteremos de que –¿quién lo hubiese sospechado?– en realidad, Lionheart intentó matarse pero la cosa le salió mal (o bien, según se lo mire) y sobrevivió. Eso sí, con la caída se le terminaron de caer los caramelos del frasco y ahora el tipo –con la ayuda de su hija y una troupe de borrachos y mendigos londinenses– procede a exterminar a los críticos que tan mal lo trataron. Y uno a uno se los va cargando, y cada una de las muertes está basada en distintas escenas de las obras del Bardo Inmortal.

Lionheart toma algunas escenas al pie de la letra y otras las adapta a las circunstancias y a las debilidades de cada víctima. La policía investiga, pero por supuesto, son lo suficientemente inútiles como para no darse cuenta de nada sino hasta que ya queda un puñado de sobrevivientes, y tampoco sirve de mucho, ya que su ineptitud para atar cabos es sólo superada por su incapacidad para proteger a las víctimas restantes, que siguen siendo asesinadas bajo sus narices.

La película se beneficia enormemente del talento de su elenco, ya no hablemos de Price sino de la estupenda Diana Rigg (1938-2020) –que le da a Edwina Lionheart un tono por momentos minimalista y por momentos exuberante y contradictorio–, y de las víctimas, interpretadas por los mejores actores de carácter británicos de la época. Y además, es una farsa que no hay que tomarse demasiado en serio, con un color que incluye decapitaciones, mutilaciones y otras linduras shakespeareanas aquí reinterpretadas en clave de Grand Guignol y que permite que Price se burle de sí mismo, intensificando los tics y manerismos que todos le conocemos para darle carnadura a este actor ya totalmente desquiciado.

En resumen, recomiendo Theatre of Blood ya no sólo para quien quiera pasar un buen rato, sino para quien disfrute de dejar a un lado el sentido común por 104 minutitos para ver cómo un puñado de excelentes actores se pone a jugar a comerse los decorados, o para el que guste de las obras de Shakespeare, o de las películas de Vincent Price. (O incluso para quien sólo oyó su voz en el video de Thriller o lo vio en Edward Scissorhands.)

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