Por: Hugo C
Tengo una relación de amor-odio con mi teclado inalámbrico. (¿Por qué inalámbrico? se preguntará el lector. Dos respuestas: Flora y Pelusa.) Es suave al tacto y puedo estar horas escribiendo sin molestias, pero carece de luz indicadora de si el bloqueo de mayúsculas está o no activado. O de si el bloqueo numérico está activado. Así que, si bien por lo general estoy feliz como una lombriz con mi teclado, a veces quiero estrellarlo contra la pared y ver cómo se desintegra en mil partículas.
Para algunos, la relación con el MCU es también de amor-odio. Para otros, odio a secas. Están aquellos a quienes les molesta –y les molesta mucho– el que las películas no “respeten” los cómics. Caramba, ni los cómics se respetan a sí mismos. (Una palabra: retcon.) Además, siempre es bueno recordar que si bien el MCU tiene elementos del universo 616 y del universo Ultimate, no es ni uno ni otro, sino algo distinto. Quedó evidente desde el vamos, cuando al final de Iron Man (2008), Tony Stark confesó que él era el susodicho, echando por tierra el subterfugio del cómic original, en el que Iron Man era su “guardaespaldas”.
A otros les molesta la nueva orientación “políticamente correcta” que busca quedar bien con los ofendiditos de turno. Pero ésos son malestares más generales, y hoy yo me refiero a otra cosa, más circunstancial que las preocupaciones que nos genera la llamada “generación de cristal”.
Todos aquellos que seguimos el MCU, por más cariño que le tengamos, hemos tropezado con alguna cosita, algún detalle, que nos hace ruido en la cabeza. Por ejemplo, a algunos no nos cierra del todo el hecho de que Ned, de un momento al otro, tuviera la habilidad de abrir portales dimensionales en Spider-Man: No Way Home (2021), mientras que el mismísimo Hechicero Supremo se las vio bastante difíciles para aprender a hacerlo en Doctor Strange (2016).
A otros (o acaso a los mismos) tampoco nos ha convencido que en Black Widow (2021) Taskmaster haya resultado ser Olga Kurylenko. Lo que molesta aquí no es el gender swap del personaje –ya he dicho que éste no es necesariamente el universo de los cómics– sino el hecho de que no se hayan molestado en emplear una doble de riesgo mujer en vez del señor Andy Lister. Porque el lenguaje corporal no es el mismo, y se nota que es un señor, así que cuando se nos pretende hacer creer que se trataba de una señorita todo el tiempo, sabemos que nos mienten groseramente.
Personalmente, una de las cosas que me han decepcionado es la historia del ojo de Nick Fury. En Captain America: The Winter Soldier (2014), Fury (Samuel L. Jackson) dice: “Yo confié demasiado, y eso terminó costándome un ojo.” ¿Quién en su momento no se ilusionó con una posible futura escena en la que se revelara cómo fue eso? ¿Tal vez en una película solista de Fury? No, nos hicieron esperar cinco años y al final resultó que un gato lo había rasguñado en el ojo. Esta bien que no era un gato común, pero igualmente fue una desilusión.
Hace poco escribí acerca del DCEU, pero para que vean que en todas partes se cuecen habas, hoy digo que creo que el MCU ya ha pasado su mejor época y está en franca decadencia. De no haber cambios drásticos, va camino a ser otro DCEU, o incluso a su total extinción. (Como dijera alguien, Eternals es la película más “DCEU” del MCU, y eso no es bueno. Pero eso también es tema para otro día). Para ir entrando en tema, quiero traer a cuento una película que inició otra franquicia y que no pertenece al MCU.
Star Wars (1977) era una única película. Así es, amiguitos centennials, hubo una época en la que no se hablaba de “Episodio IV”, ni de precuelas ni nada. Los productores hicieron la prueba, a ver qué pasaba con esta historia de aventuras en el espacio, y cuando vieron que la cosa les había salido redonda, se animaron a seguir con una segunda y una tercera parte. Y el éxito de este género terminó siendo tan avasallador que no sólo prohijó a The Empire Strikes Back (1980) y Return of the Jedi (1982), sino otras películas como Flash Gordon (1980) o Moonraker (1979). Pero si Star Wars hubiese tenido un éxito más modesto, posiblemente las cosas hubiesen sido diferentes.
Algo parecido sucedió con Iron Man (2008). Antes del MCU, la historia de Marvel en el cine venía con décadas de fracasos y mediocridad a cuestas, con algunas películas buenas –la primera y la segunda de los X-Men, las dos primeras de Spider-Man, tal vez la primera de los 4 Fantásticos y no sé si alguna más– y muchas, muchísimas, olvidables, como, por ejemplo, la del Pato Howard o la del Castigador con nuestro amigo Dolph Lundgren, o la de Daredevil con Ben Affleck o la de Elektra con Jennifer Garner. Los productores no tenían mucho de donde escoger, tomaron un personaje (en el mejor de los casos) secundario como Iron Man e hicieron una película relativamente modesta, pero no contaron con que el actor protagonista se pondría las pilas y se cargaría la película al hombro, convirtiéndola en la piedra angular del incipiente MCU.
Un MCU aún sujeto con alfileres, pero que mal que mal fue afirmándose y nos dejó estupefactos con la película de los Vengadores en 2012 –sí, hace ya diez años, abuelo–, en la que el estudio hacía lo impensado: poner bajo un mismo techo a los protagonistas de sus películas. [SFX: cabecitas explotando.]
Y así se fue hablando de la Fase Uno, de la Fase Dos, etcétera. Y hubo películas más grandes y más chiquitas, mejores y peores, y eventualmente el MCU alcanzó su techo con Infinity War (2018) y Endgame (2019).
Y aquí estamos, presenciando la inevitable decadencia del MCU. Inevitable, pero no impostergable, si bien Kevin Feige y los demás cerebritos no están haciendo nada por postergar esa decadencia, sino todo lo contrario.
Sin embargo, lo fácil sería echarle la culpa a esta pusilanimidad –que aqueja desde hace unos años a los medios audiovisuales y que hace que éstos se arrodillen ante los caprichos de los ofendiditos de la generación de cristal y se desvivan para generar contenidos “no tóxicos”, que no ofendan ni molesten, privilegiando los discursos “anti-esto” o “pro-aquello” por sobre la calidad, incluso a costa de pérdidas millonarias– y terminar ahí el análisis.
Pero no, no es eso. En todo caso, es una actitud que no ayuda precisamente, pero hay otros factores a tener en cuenta, y estos sí, son inevitables:
– La llamada “fatiga del superhéroe”. No sólo es que uno ya se ha acostumbrado al CGI y a las escenas de lucha y al spandex y y cada vez se deja impresionar menos, sino que, como Neo al final de la película, ya no ve lo que le ponen delante de los ojos sino un mapa con todos los lugares comunes que forman la estructura de una de estas películas.
– Cada vez habrá más cosas que recordar para mantenerse al tanto de los huevos de Pascua, guiños y continuidades de cada entrega. “Ah, por eso es que Falcon pide un helado de fresa y no uno de vainilla. Claro, porque hace dos películas…” Por supuesto que las películas seguirán acumulándose, y no hablemos de las series de TV.
– Pérdida de star power. Los actores que nos hicieron enamorar del MCU se van yendo, –ya sea porque han cumplido un ciclo, porque envejecen o mueren o piden demasiado dinero –y van siendo reemplazados por otros, de menor convocatoria. Por una u otra razón, ya no tendremos a Robert Downey Jr., Chris Evans, Scarlett Johansson o Chadwick Boseman, lo que impactará negativamente en el interés que generen las nuevas entregas.
– Dilución de la calidad. No todas las películas del MCU son perfectas: hay algunas buenas, otras mediocres, y un aumento de la cantidad de películas al año no garantiza un aumento de la proporción de películas buenas. (Y no ayuda que se intente “mantener ocupado” al público con series que estiran el contenido de las películas y terminan resultando mediocres, aburridas o ambas cosas a la vez.)
– Nada dura para siempre. Ha pasado con la música disco, los spinners, el cubo Rubik, la lambada, los pantalones con pata de elefante y los tamagotchis, y también pasará, tarde o temprano, con el MCU.
Esta pérdida de interés no sólo afectará al MCU sino a sus imitadores, léase: el DCEU y el chiquitaje en general, es decir, aquellos estudios independientes o con licencias menores (como Kick-Ass o Hellboy, por sólo citar dos que por ahora están muertos y enterrados).
Lo que no quiere decir que de un día para el otro se terminen estas películas, pero es posible que su convocatoria disminuya y sólo atraigan a los fans más hardcore, aquellos que quieren ver la adaptación de la saga del clon de Spider-Man, o Secret Wars o World War Hulk o algún otro evento clásico o no tanto. Será un mercado “de culto”, relativamente acotado, como el de las películas de artes marciales o los musicales.
El resto del público encontrará otra cosa en que invertir su tiempo, tal vez coleccionando viejos álbumes de música disco, reparando spinners viejos, resolviendo un cubo Rubik, organizando campeonatos de lambada, probándose viejos pantalones con pata de elefante o resucitando tamagotchis.
Nos vemos en los comentarios.